Todos admiramos al campeón, al número uno. El ganador nos demuestra que podemos hacer cosas difíciles, ir más allá, ser mejores. El héroe que explora los límites de lo posible nos da esperanza, nos muestra el camino para avanzar.
Se nos enseña que tenemos que ser el campeón, el número uno, el primero, para ser valiosos. Y aquí es donde empieza el problema. Pensamos que si no somos el número uno, no tenemos ningún valor, y eso simplemente no es cierto.
Las sociedades crean mensajes simplificados para tratar de entender lo que es bueno y lo que es malo, lo que está bien y lo que está mal, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Esos mensajes son normalmente transmitidos de forma subliminal a través de la repetición, y con el tiempo, se hacen realidad dentro del subconsciente colectivo.
Estas ideas guían nuestras acciones y nuestras creencias automáticamente sin que seamos conscientes de ello. El marketing, las agencias de comunicación y muchas entidades interesadas utilizan este sesgo humano para difundir su mensaje y provocar acciones específicas en la población, como comprar un producto, votar a un partido político o iniciar una revolución.
Pero una idea mil veces repetida no tiene por qué ser cierta. No tienes que ser el número uno para ser valioso. No tienes que terminar siendo CEO para tener una carrera importante. De hecho, todos nuestros héroes fueron colocados en esa posición gracias a la suerte y a un gran equipo. Nadie llega solo a la cima. Los campeones siempre tienen ayuda. La victoria nunca es cosa de una persona, y tú debes obtener crédito si eres es el número dos, tres o cien en una compañía que consigue algo grandioso. La victoria es siempre un trabajo de equipo.
Todos recordamos a Neil Armstrong como el primer hombre en la Luna, pero fue un esfuerzo de 400.000 personas. Todos ellos fueron ganadores. Nos encanta ver a Ronaldo marcar un gol, pero sin los otros diez jugadores no podría ganar un partido. Steve Jobs no desarrolló los productos de Apple, sólo guió a las personas que los fabricaban.
Puedes esforzarte por ser el número uno, eso es legítimo y valioso. Pero también puedes esforzarse por ser único, y eso es igualmente valioso. Porque para ganar un partido de fútbol, se necesitan diferentes habilidades en cada jugador, y para tener una empresa ganadora se necesitan diferentes talentos entre sus empleados. Puedes ser único y aportar tu talento único a una causa, pero eso no significa que tengas que trabajar menos, sino que tienes que desarrollar tu talento y dar lo mejor de ti.
No tienes que ser el número uno, el CEO, el delantero o el primero, para ser valioso. Tienes que ser único y formar parte de un gran equipo.
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